jueves, 9 de octubre de 2008

La opinión de un autor

El jueves pasado, a raíz de la reseña que realicé sobre Me gustan sus cuernos, me puse en contacto con Antonio Elio Brailovsky para anoticiarlo de la misma. Les copio aquí, con su debida autorización, el mail que me envió en respuesta, ya que coincido con él en todas sus apreciaciones. Todas las opiniones serán bienvenidas.

Querida Analía, quiero agradecer la delicadeza de tu reseña y la creación de un excelente espacio de reflexión sobre la literatura.

Los comentarios superficiales sobre ésta u otras obras tienen que ver (además de la previsible falta de sensibilidad de quien los haga) con la conducta de las grandes editoriales, de disfrazar de literatura una producción de muy baja calidad, que no requiera ningún esfuerzo por parte del lector. Hemos pasado del lector rumiante al lector lactante, que se alimenta con un único producto sin sofisticación alguna.

Está claro que Sudamericana no publicaría hoy Cien Años de Soledad por primera vez. Joyce y Rulfo, Carpentier y Neruda pasarían a la categoría de inéditos y serían reemplazados por los Bucayes y los Dan Brownies.

Hace poco tiempo, un editor me dijo: "No puedo publicar un libro que tenga más de 200 páginas". Por supuesto, con independencia del contenido. Proust, abstenerse.

Se me ocurre que el cambio más importante de los últimos años está marcado por el tratamiento de los libros como revistas. Hay que ofrecer en quioscos y supermercados libros que puedan competir con los yogures y con las revistas de chicas desabrigadas. Y que tengan una vida útil de unas pocas semanas. Shakespeare y Virgilio (entre tantos), abstenerse.

El libro descartable siempre convivió con el libro de verdad. Hasta que los editores descubrieron que pueden vender 100 mil ejemplares del Horóscopo Chino, con lo cual perdieron todo interés en vender 500 ejemplares de Girondo.

A esto se agrega que los autores de los libros de verdad parecen dispuestos a pagar la edición de sus obras, con lo cual las editoriales las publican pero casi no las distribuyen.

Queda un pequeño resquicio para los libros de calidad, que es el de ser publicados para servir de acompañamiento al Código Da Vinci o la Vida Íntima de Diego Armando Maradona. La editorial necesita ocupar las mesas de las librerías con su sello, para así destacar aquellos libros descartables que salen con apoyo publicitario.

El efecto social aquí es que se condiciona una estética superficial. Los medios que comunicación, que viven de los avisos de quienes pueden pagarlos, no haran ninguna crítica.

Podemos agregar que las empresas no condicionan completamente el mercado sino que se amoldan a grandes tendencias de la sociedad, entre ellas la desaparición de la escuela media. Soy profesor universitario y mis alumnos han utilizado su paso por la escuela media para olvidar lo que aprendieron en la primaria. Son claras víctimas (a menudo conscientes) del modelo cultural dominante.

En este duro contexto, crear espacios para lectores rumiantes es un acto de resistencia.

Un cariño grandote.

Antonio

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